A ver quién es el de la pluma más grande.
- Montserrat Cornejo
- 31 may
- 6 Min. de lectura
A principios de agosto, los pavorreales machos muestran sus imponentes e iridiscentes colas en forma de abanico para atraer a las hembras, emitiendo sonidos de cascabel para ganar su atención. Ellas suelen elegir a los machos con las colas más largas y coloridas. En el blog de Martha Stewart, documenta este ritual ocurrido en su granja de Bedford, N.Y. Menciona a una pava blanca que temporada tras temporada, no suele mostrar mucho interés en realidad. Está más enfocada en conservar su comida y disfrutar aquel manjar compuesto por harina de maíz, repollo, soja y trigo. Yo me identifiqué con esa pava.
No era agosto, pero sí un fin de semana en mayo que daba lugar al Ocaso Fest de Puerto Santo Cancún. Vinimos a ver a la Garfield, Toledo y yo quienes somos amigos desde hace poco más de 2 años; vinimos con la simple intención de compartir la música juntos. (Menciono su nombre por autorización suya y porque merece todos los espacios de mis textos), pues es la clase de persona a quien le confiarías tu vida, un espacio seguro, un alma llena de pláticas interesantes, humor negro, un gusto por My Chemical Romance y un sin fin de conocimiento que sólo poseen las mentes genuinas y puras como las de Toledo. Le quiero mucho y le deseo lo mejor, también a su pareja. Siempre.
El caso es que fue testigo de aquel ritual de apareamiento, mi Martha Stweart y yo la pava blanca entre Julián y Yahir, dos pavos (de nombres ficticios por protección a su identidad) que intentaban llevarme a su casa al terminar el concierto. He de confesar que a mi me había gustado el pavorreal "viejo", pues últimamente soy cortejada bastante por hombres maduros y vaya que es muy agradable. Hay una sensación de abundancia, da mucho descanso al estar con un hombre que ya no persigue las ambiciones de un veinteañero o treinteañero, porque ya tiene gran parte de su vida resuelta, (o al menos así lo parece). Regularmente ya pasaron por las expectativas del matrimonio, los hijos, la ambición, las crisis, las separaciones, los duelos, hasta que lo único que ofrecen es "disfrutar el momento". Mi problema con Julián fue el mismo que suele pasarme con los pavorreales de esta edad: les cuesta mucho trabajo regularse.
Si por ellos fuera sacaban la pluma ahí mismo y te la pondrían en la espalda sin siquiera avisar. Los he visto oscilar entre la sútil y delgada línea de ser un hombre maduro seductor a pasar a ser un viejo cochino. Jajajaja (cómo me da risa esa frase). Lamentablemente Julián se había emborrachado bastante, pasó de parecerme un caballero atractivo a sentir pena por él, debido a cómo le había vencido el exceso. El pavorreal experimentado, el de la pluma más larga, había pasado a la banca por su tambaleante y ebrio abanicado de plumas.
De mi lado derecho tenía a un pavorreal bastante joven. De pluma corta pero muy firme. Sus rasgos finos, los labios hidratados y llenos de colágeno, la carita dulce y tierna de quien no ha tenido el corazón bien roto. ME atrajo de él todo su físico. Primero nos sirvió unas mezcalitas, después pedía una ronda de tequila y también...me invitaba a fumar mota "en un árbolito ahí cerca". Dios, ¿qué no se puede tener algo decente en estos días? Júzguenme todo lo que quieran, pero cuando me dicen que: hay muchos peces en el mar, quisiera que vieran todo esto. Aunque es anecdótico estar soltera.
Tenía a los dos frente de mí, cascabeleando y tomándome del brazo cada que podían, de pronto se miraban el uno a otro como tratando de marcar su territorio, yo sólo volteaba a ver a Toledo con cara de: ¿qué hago?. Al final agradezco que ambos respetaran mi decisión de irme, sin resentimiento alguno, sin presión de nada. Eventualmente les deseo lo mejor y me quedo con lo bonito que me compartieron conmigo, sobre todo siento muy lindo cuando mi conversación y energía es lo que más ha importado de mí.
Lo más fácil y atrevido de mi hubiera sido soltar un salvaje: pues vámonos los tres y a ver qué pasa. Pero a pesar de la naturaleza tan polígama de los pavorreales, recorde el juramento que me hice: celibato voluntario hasta encontrar alguien digno de compartir mi energía.
En estos días se toma el sexo como un acto de placer líquido, rápido, satisfactoriamente desechable. Y yo, yo no quiero eso. He tenido encuentros que me han hecho sentir severamente vacía y limpiar al cuerpo de eso, es un proceso desafiante. Además, las mujeres como portadoras de todo lo divino, creadoras de vida y bendecidas con el don tan maravilloso de concebir, nos habremos de tomar en serio la decisión de ir a la cama con alguien. Y no por una cuestión barata de ética o moral, mucho menos punitiva, ni crucificadora como la de algunos discursos que he escuchado en la iglesia católitca; tampoco estoy hablando de un señalamiento judicial en el que voy a decir que la sexualidad de la mujer debe de ser castrada, al contrario, la sexualidad es un acto sagrado, honorable, principalmente propio y creador. No transaccional, no necesariamente complaciente, no como moneda de cambio, no como una manipulación para atrapar a alguien, mucho menos como un "empoderamiento femenino" (y sí, estoy hablando de la paginita azul). Estoy en contra de todo eso.
Sencillamente la sexualidad de la mujer se puede manifestar através de tantas formas. Por ejemplo La danza del vientre. Hace poco asistí a una clase donde primero que nada nos hicieron vestirnos como "diosas".
—Traigan la tela que más les guste sentir en la piel, puede ser transparente, puede ser una seda; vengan vestidas de un color que asocien con la sensualidad. Ofrezcan esta danza a su placer y para darle vida a cualquier cosa que quieran materialzar.
Nos dijo la profesora de Belly dancing, una actividad que fortalece los músculos del suelo pélvico, lo cual es beneficioso para la salud reproductiva femenina, para prevenir problemas como la incontinencia urinaria y (personalmente puedo confirmar) ayuda a disminuir el dolor proveniente de los cólicos menstruales.
No entiendo un carajo lo que dice, pero el ir y venir de las escalas musicales con la boca, el canto que viene desde el estómago, como un gemido; la guitarra suave y constante, el tambor pulsándome en el vientre, las pausas bruscas, los sonidos orientales, un coro de voces masculinas que me hacen sentir cubierta, abrazada, protegida. Me pone mil veces más que un par de pavos cascabeleando para mostrarme quién tiene la pluma más grande. O cualquier hombre cubierto de plumas que quiera impresionarme con la bebida más cara, quién saca el mejor restaurante o tiene la cuenta de cheque más atiborrada como para impresionarme con tal de "pasar un buen rato". Me asquea, me la baja, me cierra, me enoja, me da risa de lo ordinario que se vuelve.
Me parece que otra cosa que también ayuda a detonar la sexualidad femenina es ir al mar, nadar, estar en contacto con el agua. Para mi el ir y venir de las olas nos hace sentir apapachadas. Contenidas y no hay nada más placentero que tirarse de bruces al sol, mientras te arrulla rico el agua. Sumergirse sin limitar el cuerpo, nadar con fuerza, luego suave, lento, rápido, duro, todo. Esque en el mar una se disuelve, se vuelve espuma.
Y por último, me parece que otra forma de vivir la sexualidad sin necesidad de contacto físico con un otro, es el ejercicio. Hay una técnica, en especial los abdominales y los ejercicios de Kegel (búsquenlos, porque expicarlos aquí me llevaría mínimo dos páginas). Conocer y fortalecer nuestro cuerpo nos permite conectar con él y sentirlo de pies a cabeza. La respiración, concentrar la fuerza en el piso pélvico, encontrar posturas que nos parezcan placenteras. Habitar nuestro cuerpo con consciencia es abrirle la puerta a la satisfacción real.
En un mundo donde toda mujer es tan sexualizada desde niña, hacernos dueñas de nuestro propio placer me parece revolucionario.
Invito a atreverse a esquivar esas balas, que pueden perforarte una pata o peor aún, el útero. Alejarte de todos aquellos que puedan ensuciar tu energía, aún si de pronto parecía disfrutable, aún si estabas a punto de hacerlo,"de caer". Tenemos derecho a cambiar de opinión a la hora que sea, a no querer aún si ya estás desnuda y en la cama, a decir que no. A irte. NO es NO, y no le debes nada a nadie, el hecho de que te inviten o paguen para obtener algo a cambio, es violento y es patriarcal.
Así que querida lectora, pavita mía te quiero, que tu tribu te abrace. Que las únicas plumas que te impresionen sean las tuyas creciendo y brillando al sol. Que cuando llegue un caballero digno de ti y de mi, sea lo suficientemente sano y seguro, como para proteger nuestra alma y nuestro cuerpo, en vez de querer satisfacerse con él.
A veces el placer es simplemente verte una película en Netflix, o dormir, o como esta escritora tuya que se va a ir a ver un partido de béisbol, aún si no le entiendo ni un poco, aún si los Tigres de Quintana Roo están en su peor temporada; nomás porque se me antoja vivir la experiencia, nomás porque los sábados "mujeres entran gratis", y porque qué rico comerme un hot-dog conmigo y pensar que tú también te sientes igual de plena con tu propia compañía.
Abrazo.

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